Filebo (Nuevo)

Escrito por Platón en su edad madura, el diálogo titulado Filebo nos presenta al autor como un pensador que ha adquirido cautela y posiblemente una disposición más integradora. Se aleja del rigorismo comúnmente asociado con el pensamiento platónico, especialmente aquel que consideraba que el único bien era el conocimiento, y no cualquier conocimiento, sino el intelectualmente puro. Platón había condenado con severidad en otros diálogos todo conocimiento contaminado por opiniones, y había rechazado de manera implacable cualquier tipo de placer que no estuviera vinculado al conocimiento, como se evidencia en la República (580d-587a). Todo esto se atenúa, si no desaparece, en el Filebo. Indudablemente, nos encontramos ante un diálogo complejo, si es que alguno de los escritos platónicos puede considerarse fácil. La dificultad del Filebo comienza con su propio tema, un asunto que ya generó mucho debate en la Antigüedad. Algunos creyeron que el tema era el placer; otros apostaron por la inteligencia. No faltaron quienes optaron por el bien, entendido no como un fin en sí mismo, sino como objeto del deseo. ¿El deseo de quién? Según algunos autores, el deseo de todos los seres; según otros, solo de los seres dotados de conocimiento y apetito, aquellos capaces de ciencia y placer. La discusión continúa en la actualidad, como señala B. Bossi. Sin adentrarnos en este complejo debate y reconociendo las poderosas razones que llevaron a Sylvain Delcomminette a interpretar esta obra como una agatología, nos limitaremos a apuntar que gran parte de la incertidumbre sobre el tema del diálogo proviene de que se dedica mucho menos espacio a la defensa de la tesis que Sócrates mantendrá, a saber, que lo mejor para el ser humano es una mezcla adecuada de placer y conocimiento, que al estudio de lo que la mayoría de la gente encuentra placentero.