En 1591 fray Pelayo de San Benito tomó el hábito en el monasterio benedictino burgalés de San Pedro de Arlanza, del cual acabaría siendo elegido Abad años después. Allí escribiría su tratado de la oración para explicar que la contemplación consiste en recoger todas las potencias y estar en presencia de Dios...adonde el entendimiento queda en reposo, ignorando todo lo demás. Allí hay suspensión pasiva y arrobamiento, que es perder el alma la operación de los sentidos, los discursos del entendimiento, memoria y voluntad, hasta llegar al silencio interior, es decir, cuando el alma de su voluntad calla y cesa de la oración vocal, del discurso del entendimiento e indeliberación de la voluntad, de las operac
iones de los sentidos exteriores y de la imaginación y apetito y la atención está verdaderamente centrada. Es decir, la atención del alma, es cuando estando en este silencio, atiende y pone los oídos y los ojos en lo que Dios le habla, Hace señas y la da a entender.