El hombre y su devenir según el vedanta (Nuevo)

René Guénon nació en Blois, Francia, en 1886, y falleció en El Cairo en 1951. Ampliamente reconocido como el último metafísico de Occidente, su obra se puede dividir en tres grandes áreas: la crítica al mundo moderno, la doctrina metafísica tradicional y los estudios de simbología. Su legado no solo se distingue por su extensión 23 tomos y más de 300 artículos, sino también por su profundidad y trascendencia. Guénon no se limitó a ser un historiador de las religiones, aunque realizó un meticuloso análisis de las formas y experiencias religiosas. Tampoco se identificó como sociólogo o filósofo, ni como orientalista, aunque pocos occidentales antes que él exploraron el pensamiento oriental con tanta profundidad. Y a pesar de ciertas connotaciones, no fue un ocultista; de hecho, algunas de sus obras critican abiertamente el espiritismo, el teosofismo y otras corrientes de la New Age. ¿Cómo clasificar entonces a Guénon? ¿Como un iniciado? ¿Como un realizado? Alejándose de las categorizaciones convencionales, Guénon consideraba que lo esencial del conocimiento metafísico radica en su origen no humano (apaurusheya). Este conocimiento, al estar más allá del mundo físico, resulta inaccesible para la experiencia y demostración humanas porque su objeto es universal y escapa a la mente individual. Para Guénon, la certeza solo puede alcanzarse a través de la intuición intelectual pura, conduciendo a la realización efectiva de lo metafísico. Esto implica la plena conciencia de lo que es de manera permanente e inmutable, más allá de cualquier sucesión temporal u otra categoría.