Ramón escribió esta ambiciosa novela didáctica durante su primera estancia en París, entre los años 1287 y 1289. El protagonista, Félix, nombre que también suele identificar a la obra, no encarna un héroe sin fallas como Blaquerna, que tiene un papel decisivo en la organización del mundo. Félix es un peregrino que observa la realidad y descubre con dolorosa sorpresa la brecha entre la conducta humana y el orden divino de la creación. El término medieval maravilla describe esta dolorosa sorpresa de Félix ante las diversas manifestaciones del mal, pero también refleja el entusiasmo positivo del viajero al descubrir la verdad a través de filósofos y ermitaños que dialogan amablemente con él.
Los viajes de Félix trazan un recorrido preparado por el saber enciclopédico del siglo XIII, en el que los diez apartados de la obra coinciden con los temas del Arte de Ramón: Dios, los ángeles, el cielo, los elementos, las plantas, los metales, las bestias, el hombre, el paraíso y el infierno. Aunque El Libro de maravillas aporta mucha información sobre teología y filosofía natural, el corazón de la obra reside en la filosofía moral, presente en la octava parte, el Libro de hombre, que se complementa con el apólogo político de la sección anterior, el"Libro de las bestias.
El Félix combina la narración con formas dialogadas características de los textos didácticos medievales. En ocasiones, Llull muestra los avances de discípulos destacados que resuelven complejas cuestiones tan bien como sus maestros, proporcionando un estímulo al lector para formarse a través de la interacción con el libro en sus manos. La principal herramienta que ofrece Ramón son los ejemplos, que constituyen el alma verdadera de El Libro de maravillas. Prácticamente todo lo que sucede en la obra representa algo más. Los maestros que Félix encuentra aclaran sus dudas mediante relatos y semblanzas o metáforas de otros aspectos de la realidad, que guardan una correspondencia analógica con la información necesaria. La cosmovisión de Llull, basada en las nociones platónicas de analogía y ejemplarismo, es la responsable de la forma literaria de esta novela. A veces, las analogías pueden parecer oscuras en apariencia, pero Llull nunca quiere que lo sean por completo, ya que cree en el poder educativo del ejercicio intelectual.
