Tal vez sea, de nuevo el momento…

Para un lector avezado y entrado en lecturas lo que a continuación menciono podría ser considerado un inverosímil, sino un mal chiste. 

Una y otra vez nos hemos topado con inocentes paseantes que al entrar en la librería recorren de uno a otro estante sin descansar ni detener la vista, después de algunos momentos se notan algo perdidos y casi apesadumbrados, intentan en otros anaqueles sobrevuelan veloces, categorías, autores y editoriales, parecen confundidos y un poco avergonzados, toman con inquietud algún libro, compulsivamente dejan pasar algunas páginas pero nada. 

Es evidente que no saben por donde buscar, que lo que han tomado no ejerce interés ni curiosidad alguna. 

¿Cómo encontrar?

¿Qué decisión tomar? 

¿Qué y cómo preguntar al librero de turno…?

¿Hacia dónde dirigir la mirada?

¿En qué anaquel descansar los ojos?…  

Desolados y antes que el librero se haya levantado e intentado acercarse a prestar auxilio, el paseante en un rapto de huida ya ha avanzado hacia la puerta y traspuesto el umbral, ya se ha ido y ese anodino proyecto de lectura ha caído al olvido.

No es solo el librero atento y ávido de presas jóvenes e impresionables el único responsable de un desaguisado como este, no podemos solo a él achacar la falta de apetencia y  anomia lectora generalizada, no es asunto menor, no es cosa del último año, no es asunto aislado y sin importancia.

¿Y quién entonces podría ayudarnos, dónde están aquellos que saben y leen?

 Los que en un tris desempolvan saberes y conmueven con su sapiencia a cualquier despistado y anodino, sin esfuerzo, sin necesidad de mayor esfuerzo,

¿Dónde se han ido estos valerosos, los que aún quedan y sobreviven?

 Sin duda nos es difícil imaginar, yacen en sus sitiales de inmaculado silencio, día a día sumergidos hasta el hartazgo entre las grandes obras, entre sus libros atesorados, aquilatados y amorosamente cuidados. Ahí están ellos y afuera los otros, esos paseantes, sin apoyo y sin el cuidado de nadie, los adalides adentro y en el descampado los otros, los inanes y anodinos.

 

Y es que si miramos desde este lugar, se hace evidente, ese engranaje que permanece ajeno y que falta.

¿Quién irá detrás de todas esas almas en desventaja, si los que saben, los lectores de buena y verdadera ley se mantienen en el silencio? 

¿Quién invita, quien promueve, quién incita y desempolva las más altas viandas, las grandes obras en todas las áreas ya digeridas, sopesadas y aquilatadas (por estos campeones ocultos y tan bien arropados)

¿Qué hacemos entonces? seguimos en la indiferencia culpando a las pésimas políticas públicas de enseñanza, a una decadencia generalizada en todos los ámbito.

No es evidente acaso la tesitura de la gravedad del asunto 

Y quién sería ese puntal indispensable.

No es ya momento de un pequeño sacrificio de nuestra parte? será tal vez la hora aquella,  el momento de afilar hachas y espada y volver al ruedo, dejar aquellas comodidades y optar por lo que en generaciones pasadas hicieron otros afuera. 

Allí están aquellos que nada saben y que abandonados, huérfanos, discurren y malgastan, de error tras error sus días con sus noches, 

tal vez sea, de nuevo el momento…

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